
Cuánto me conocéis vos,
y yo qué poco os conocía,
tan sigilosa, tan callada,
ojerosa, con piel de porcelana,
y qué poco os conocía...
Pequeña gran dama,
de favores caros, chantajista y malograda,
me prometisteis un plácido Olimpo,
y poco a poco me vais sumiendo en la nada,
y qué poco os conocía...
Cuántos golpes, cuánta sangre vertida,
yo desnuda, que en vuestros brazos me ateníais,
secando en vos mis lágrimas,
sin querer saber que un día me las cobraríais,
y qué poco os conocía...
Mi vientre a cada golpe rompéis,
mi garganta con vuestra voz calcináis,
estas perlas, cual dulce néctar,
pierden su brillo cuando por ellas camináis,
y qué poco os conocía...
Y pensar que sois mi hermana,
mi compañera de fatigas,
que en mi mente os alojáis,
cual maligna golondrina,
y qué poco os conocía...
Que de todos mis amantes,
cada cual más arrogante,
fuisteis vos, maldita Eva,
la que con vuestra manzana me tentasteis,
y qué poco os conocía...
Me ganáis por fuerza,
aunque no por valentía,
astuta me llaman,
temed por mí, señora mía,
y qué poco os conocía...
y yo qué poco os conocía,
tan sigilosa, tan callada,
ojerosa, con piel de porcelana,
y qué poco os conocía...
Pequeña gran dama,
de favores caros, chantajista y malograda,
me prometisteis un plácido Olimpo,
y poco a poco me vais sumiendo en la nada,
y qué poco os conocía...
Cuántos golpes, cuánta sangre vertida,
yo desnuda, que en vuestros brazos me ateníais,
secando en vos mis lágrimas,
sin querer saber que un día me las cobraríais,
y qué poco os conocía...
Mi vientre a cada golpe rompéis,
mi garganta con vuestra voz calcináis,
estas perlas, cual dulce néctar,
pierden su brillo cuando por ellas camináis,
y qué poco os conocía...
Y pensar que sois mi hermana,
mi compañera de fatigas,
que en mi mente os alojáis,
cual maligna golondrina,
y qué poco os conocía...
Que de todos mis amantes,
cada cual más arrogante,
fuisteis vos, maldita Eva,
la que con vuestra manzana me tentasteis,
y qué poco os conocía...
Me ganáis por fuerza,
aunque no por valentía,
astuta me llaman,
temed por mí, señora mía,
y qué poco os conocía...
‘Oda A La Bella Desnuda’ de Pablo Neruda
ResponderEliminarCon casto corazón, con ojos puros,
te celebro, belleza,
reteniendo la sangre para que surja y siga
la línea, tu contorno,
para que te acuestes a mi oda
como en tierra de bosques o de espuma,
en aroma terrestre o en música marina.
Bella desnuda,
igual tus pies arqueados por un antiguo golpe
de viento o del sonido que tus orejas,
caracolas mínimas
del espléndido mar americano.
Iguales son tus pechos
de paralela plenitud, colmados
por la luz de la vida.
Iguales son volando tus párpados de trigo
que descubren o cierran
dos países profundos en tus ojos.
La línea que tu espalda
ha dividido en pálidas regiones
se pierde y surge
en dos tersas mitades de manzana,
y sigue separando tu hermosura
en dos columnas
de oro quemado, de alabastro fino,
a perderse en tus pies como en dos uvas,
desde donde otra vez arde y se eleva
el árbol doble de tu simetría,
fuego florido, candelabro abierto,
turgente fruta erguida
sobre el pacto del mar y de la tierra.
Tu cuerpo, en qué materia,
ágata, cuarzo, trigo,
se plasmó, fue subiendo
como el pan se levanta de la temperatura
y señaló colinas plateadas,
valles de un solo pétalo, dulzuras
de profundo terciopelo, hasta quedar cuajada
la fina y firme forma femenina?
No sólo es luz que cae sobre el mundo
lo que alarga en tu cuerpo
su nieve sofocada, sino que se desprende
de ti la claridad como si fueras
encendida por dentro.
Debajo de tu piel vive la luna.