Abre un ojo, abre el otro,
qué ver, esa es la cuestión,
seguir la ficticia línea recta,
o lanzarse al socabón.
Cansa asir esa cuerda,
que bien se veía iba a ceder,
tanto plomo en una espalda,
mata o doblega a merced.
El proyector se apagó por siempre,
y la dogma pereció con él,
el perpetuo espectador sentado,
miró temeroso la pared.
Blanco y negro siempre en lid,
se dan tregua y se acarician,
se besan y se miman,
para dar mil tonos gris.
Si hasta el más robusto roble,
padre de peldaño firme y leal,
posee alguna hendidura,
que lo permite derribar.
Nada ni nadie es aquí,
amigo hasta el fin de la eternidad,
la verdades son hermanas de la mentira,
y las mentiras nietas de una única verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario